Colectivo Histórico “Las Chirusas
Conforme avanzó la revolución, el proceso sufrió el divorcio entre dos proyectos ideológicos antagónicos: el centralismo y el federalismo. Mientras que la antigua capital virreinal Buenos Aires y su letrado gobierno intentaban imponer una nueva organización estatal en la cual dicha ciudad centralizara el poder político y económico, el Artiguismo peleó por un sistema de integración e igualdad entre todos los pueblos y provincias de la región: el federalismo.
@mateamargouy.
Cuando en agosto de 1813 el gobierno de Buenos Aires convocó a una Asamblea Constituyente ambos proyectos quedaron de manifiesto y confrontados. En la Provincia Oriental del Río de la Plata el Artiguismo convocó a todos los pueblos a designar sus delegados para asistir como representantes locales a un Congreso provincial en Tres Cruces. Allí, en abril, los diputados orientales haciendo uso de su soberanía establecieron cuales deberían ser las bases organizativas del nuevo Estado: independencia, republicanismo y federalismo. No obstante, el federalismo comenzó a funcionar en los hechos incluso antes de la Constituyente de 1813, puesto que al momento de estallar la revolución la soberanía retrotrajo en los pueblos y en las juntas de gobierno locales.
Las Instrucciones del Año XIII, emanadas del Congreso de Abril, fueron el documento donde quedó estampada la definición política del Federalismo Artiguista.
La concepción sobre la representación de la soberanía se estableció en tres grados: en la base los pueblos, es decir las ciudades, villas y poblados de la Banda Oriental; en segundo lugar las provincias, formadas por la unión de pueblos libres; y por último la formación de una Confederación.
Al respecto, el artículo 2° de las Instrucciones expresaba: “No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco con las Provincias que forman nuestro Estado“. Es decir, las provincias de la región quedarían unidas por pactos de defensa ante posibles ataques de ejércitos foráneos. De esa forma, si una provincia era atacada, todas las demás que conformaban la confederación se sumarían a su defensa.
El artículo 10° añadía: “Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras para su mutua y general felicidad, obligándose asistir a cada una de las otras contra toda violencia, o ataques hechos sobre ella o sobre alguna de ellas por motivo de religión, soberanía, tráfico o algún otro pretexto cualquiera que sea“. El vínculo entre las provincias no sería solamente de defensa, sino también económico, comercial, cultural. Siempre con el claro objetivo de la pública felicidad para todos los “americanos del sur” como solía señalar Artigas en sus cartas. En ese décimo articulo el Artiguismo le puso nombre al sistema federal: Liga de amistad, que pasaría a la Historia como Liga Federal.
El federalismo Artiguista ejerció una fórmula útil de integración práctica y gobierno inmediato, que le aseguraba a cada provincia el particular ejercicio de su soberanía, sin desmedro de la unidad provincial, consagrando así en los hechos el sentido de la Revolución. “…Esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia…” expresaba el 11° artículo del mencionado documento, afirmando la idea de que en cada provincia el destino lo forjaba y decidía su propio pueblo, contrarrestando así la hegemonía política regional de Buenos Aires.
Pero la doctrina federal Artiguista también implicó una organización económica destinada a contrarrestar el monopolio de Buenos Aires y a mejorar la distribución de la riqueza. Se reguló la navegación de los ríos internos, eliminando la obligatoriedad de anclar en Buenos Aires y pagar allí un impuesto (como establecía una ley de 1810), las aduanas interprovinciales permitían el libre comercio entre las provincias de la Liga Federal. El Artiguismo optó por el rumbo económico del proteccionismo, contrario a los intereses de clase de muchos bonaerenses.
Para terminar de eliminar el centralismo porteño, el Artiguismo propuso que la capital del nuevo Estado federal no se establezca en Buenos Aires, sin mencionar en cual provincia debiera establecerse.
Pero los diputados orientales enviados a la Constituyente en Buenos Aires fueron rechazados con la excusa de una irregularidad en el proceso de elección de los mismos, aunque el verdadero motivo de la censura fue la propuesta federal que llevaron escrita. A partir de ahí comenzó un largo enfrentamiento entre el Artiguismo y Buenos Aires. Los orientales se establecieron en la villa de Purificación, en el litoral norte de la Provincia Oriental, zona importante económicamente a la vez que estratégica. Allí el Artiguismo entró en contacto con las provincias del litoral argentino generando una afinidad que hizo poner en práctica, en los hechos, el federalismo rechazado por los gobernantes porteños en la Constituyente. De esa forma comenzó a funcionar, de hecho, la Liga Federal entre las provincias de Misiones, Entre Ríos, Corrientes, Provincia Oriental, Santa Fe y Córdoba, aunque éstas dos últimas se separaron en cierto momento al establecer acuerdos con la vieja capital virreinal. Artigas fue proclamado protector de los pueblos libres, y Buenos Aires, indignado por la influencia que ejerció en las provincias, le declaró la guerra, lo declaró “traidor a la patria” y le puso precio a su cabeza.
La guerra revolucionaria continuó ahora con un nuevo frente: Buenos Aires. Recién en 1815 el Artiguismo logró tener el control total de la Provincia Oriental al haber derrotado militarmente a los españoles primero y a los porteños después. Pero las invasiones portuguesas de 1816 reactivarían la guerra y pondrían en disputa el territorio oriental, haciendo tambalear la soberanía del pueblo oriental.
Luego de cuatro intensos años de guerra a dos frentes, en 1820 el Artiguismo fue derrotado militarmente, resultando la Provincia Oriental invadida y dominada por las tropas lusitanas. Al mismo tiempo que el ejército oriental perdió su última batalla frente a los lusitanos y el General Rivera traicionó a su pueblo sumándose al bando imperial, el ejército federal derrotó a Buenos Aires obligándolo a negociar. En consecuencia se firmó en febrero de 1820 el “Pacto de Pilar”, negociado entre los generales federales Estanislao López (Santa Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos), y el gobernador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea.
Allí se estableció un sistema de gobierno federal, siendo la primera vez que Buenos Aires firmaba el federalismo. Pero dicho federalismo no era el Artiguista, puesto que no se le impuso ninguna condición a Buenos Aires. Se estableció entre otras cosas la libre navegación de los ríos y, si bien se hacía mención a la invasión lusitana a una de las provincias (en este caso la Oriental), no se ordenó defenderla, violando la base del federalismo originario: los pactos de defensa. Posteriormente Francisco Ramírez persiguió con su ejército a Artigas, que contaba entonces con una mínima parte de su tropa. El General entrerriano lo hostigó incansablemente hasta arrinconarlo, y luego de ocho meses, sin otra opción, Artigas decidió cruzar el Paraná y refugiarse en Paraguay, donde moriría treinta años después.
200 años más tarde, una correlación política favorable en el continente comenzó a retomar los puentes que Artigas, Bolívar, San Martín, O’Higgins, buscaron construir entre sus distintas experiencias de emancipación, de lucha por sus respectivas soberanías. Los instrumentos creados por las mismas clases que nunca buscaron la alianza de los pueblos pero sí extender sus mercados para seguir enriqueciéndose, cambiaron su accionar dando lugar a iniciativas políticas, económicas y comerciales que permitían esperanzarnos en la materialización de un camino hacia la Patria Grande.
Desde el MERCOSUR y desde las relaciones entre países que habían cambiado su signo político se fue gestando la necesidad de retomar el pacto ofensivo-defensivo, de fortalecer la soberanía y la defensa de los procesos nacionales, dando lugar al nacimiento de la UNASUR.
La navegación de los ríos, con sus idas y vueltas, volvieron a discutirse, creando Comités, generando institucionalidades que dieran cuenta de las necesidades comunes en materia de salud, educación, trabajo, cultura, comercio. Las fronteras secas también se fueron sumando, a pesar que de a poco los procesos progresistas fueron siendo revertidos.
Los enemigos del Proyecto Artiguista fueron grandes antes y son grandes ahora, pero también sigue siendo grande la necesidad de sortear nuestras fronteras para encontrar en el continente la fuerza necesaria y así poder resolver nuestros principales problemas, sin perder nunca la capacidad de decidir por nosotros y resguardar nuestra soberanía cuando a cualquiera de nuestros vecinos se les ocurra arrastrarnos a sus intereses.
El proyecto que terminó prosperando en la Provincia Oriental poco tuvo que ver con el federalismo Artiguista. El proyecto que comenzó a dibujarse con el impeachment a Lugo, pero mucho más con el impeachment a Dilma; que siempre estuvo presente en la cada vez más estrecha relación político-militar entre el imperio estadounidense y los gobiernos colombianos; que hace lo posible por considerar como “dictadura” al gobierno democrático venezolano pero no se pronuncia ante el Golpe de Estado en Bolivia, lejos está de tener una voluntad soberanista e integradora.
La unión entre provincias que comparten un pasado en común, una cultura y un legado histórico, que pretendió el Artiguismo; esa patria grande y para todos, sigue siendo aún hoy una tarea más que pendiente.
Beraza, Agustín: “Los corsarios de Artigas”; Unidad Reprotécnica del Ministerio de Educación y Cultura; Montevideo; 1978.
Cigliuti, Carlos: “Estudios sobre Artigas”; Cámara de Representantes, República Oriental del Uruguay; Montevideo; 1995.
Machado, Carlos: “Historia de los Orientales”; Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1992.
Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Oscar H.; Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo II; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1968.
Coordinador Histórico, CADESYC: “Vigencia del Artiguismo”; Montevideo; 2007.
Reyes Ajbadie, Washington; Bruschera, Oscar H.; Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo III; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1969.
Cuando en agosto de 1813 el gobierno de Buenos Aires convocó a una Asamblea Constituyente ambos proyectos quedaron de manifiesto y confrontados. En la Provincia Oriental del Río de la Plata el Artiguismo convocó a todos los pueblos a designar sus delegados para asistir como representantes locales a un Congreso provincial en Tres Cruces. Allí, en abril, los diputados orientales haciendo uso de su soberanía establecieron cuales deberían ser las bases organizativas del nuevo Estado: independencia, republicanismo y federalismo. No obstante, el federalismo comenzó a funcionar en los hechos incluso antes de la Constituyente de 1813, puesto que al momento de estallar la revolución la soberanía retrotrajo en los pueblos y en las juntas de gobierno locales.
Las Instrucciones del Año XIII, emanadas del Congreso de Abril, fueron el documento donde quedó estampada la definición política del Federalismo Artiguista.
La concepción sobre la representación de la soberanía se estableció en tres grados: en la base los pueblos, es decir las ciudades, villas y poblados de la Banda Oriental; en segundo lugar las provincias, formadas por la unión de pueblos libres; y por último la formación de una Confederación.
Al respecto, el artículo 2° de las Instrucciones expresaba: “No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco con las Provincias que forman nuestro Estado“. Es decir, las provincias de la región quedarían unidas por pactos de defensa ante posibles ataques de ejércitos foráneos. De esa forma, si una provincia era atacada, todas las demás que conformaban la confederación se sumarían a su defensa.
El artículo 10° añadía: “Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras para su mutua y general felicidad, obligándose asistir a cada una de las otras contra toda violencia, o ataques hechos sobre ella o sobre alguna de ellas por motivo de religión, soberanía, tráfico o algún otro pretexto cualquiera que sea“. El vínculo entre las provincias no sería solamente de defensa, sino también económico, comercial, cultural. Siempre con el claro objetivo de la pública felicidad para todos los “americanos del sur” como solía señalar Artigas en sus cartas. En ese décimo articulo el Artiguismo le puso nombre al sistema federal: Liga de amistad, que pasaría a la Historia como Liga Federal.
El federalismo Artiguista ejerció una fórmula útil de integración práctica y gobierno inmediato, que le aseguraba a cada provincia el particular ejercicio de su soberanía, sin desmedro de la unidad provincial, consagrando así en los hechos el sentido de la Revolución. “…Esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia…” expresaba el 11° artículo del mencionado documento, afirmando la idea de que en cada provincia el destino lo forjaba y decidía su propio pueblo, contrarrestando así la hegemonía política regional de Buenos Aires.
Pero la doctrina federal Artiguista también implicó una organización económica destinada a contrarrestar el monopolio de Buenos Aires y a mejorar la distribución de la riqueza. Se reguló la navegación de los ríos internos, eliminando la obligatoriedad de anclar en Buenos Aires y pagar allí un impuesto (como establecía una ley de 1810), las aduanas interprovinciales permitían el libre comercio entre las provincias de la Liga Federal. El Artiguismo optó por el rumbo económico del proteccionismo, contrario a los intereses de clase de muchos bonaerenses.
Para terminar de eliminar el centralismo porteño, el Artiguismo propuso que la capital del nuevo Estado federal no se establezca en Buenos Aires, sin mencionar en cual provincia debiera establecerse.
Pero los diputados orientales enviados a la Constituyente en Buenos Aires fueron rechazados con la excusa de una irregularidad en el proceso de elección de los mismos, aunque el verdadero motivo de la censura fue la propuesta federal que llevaron escrita. A partir de ahí comenzó un largo enfrentamiento entre el Artiguismo y Buenos Aires. Los orientales se establecieron en la villa de Purificación, en el litoral norte de la Provincia Oriental, zona importante económicamente a la vez que estratégica. Allí el Artiguismo entró en contacto con las provincias del litoral argentino generando una afinidad que hizo poner en práctica, en los hechos, el federalismo rechazado por los gobernantes porteños en la Constituyente. De esa forma comenzó a funcionar, de hecho, la Liga Federal entre las provincias de Misiones, Entre Ríos, Corrientes, Provincia Oriental, Santa Fe y Córdoba, aunque éstas dos últimas se separaron en cierto momento al establecer acuerdos con la vieja capital virreinal. Artigas fue proclamado protector de los pueblos libres, y Buenos Aires, indignado por la influencia que ejerció en las provincias, le declaró la guerra, lo declaró “traidor a la patria” y le puso precio a su cabeza.
La guerra revolucionaria continuó ahora con un nuevo frente: Buenos Aires. Recién en 1815 el Artiguismo logró tener el control total de la Provincia Oriental al haber derrotado militarmente a los españoles primero y a los porteños después. Pero las invasiones portuguesas de 1816 reactivarían la guerra y pondrían en disputa el territorio oriental, haciendo tambalear la soberanía del pueblo oriental.
Luego de cuatro intensos años de guerra a dos frentes, en 1820 el Artiguismo fue derrotado militarmente, resultando la Provincia Oriental invadida y dominada por las tropas lusitanas. Al mismo tiempo que el ejército oriental perdió su última batalla frente a los lusitanos y el General Rivera traicionó a su pueblo sumándose al bando imperial, el ejército federal derrotó a Buenos Aires obligándolo a negociar. En consecuencia se firmó en febrero de 1820 el “Pacto de Pilar”, negociado entre los generales federales Estanislao López (Santa Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos), y el gobernador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea.
Allí se estableció un sistema de gobierno federal, siendo la primera vez que Buenos Aires firmaba el federalismo. Pero dicho federalismo no era el Artiguista, puesto que no se le impuso ninguna condición a Buenos Aires. Se estableció entre otras cosas la libre navegación de los ríos y, si bien se hacía mención a la invasión lusitana a una de las provincias (en este caso la Oriental), no se ordenó defenderla, violando la base del federalismo originario: los pactos de defensa. Posteriormente Francisco Ramírez persiguió con su ejército a Artigas, que contaba entonces con una mínima parte de su tropa. El General entrerriano lo hostigó incansablemente hasta arrinconarlo, y luego de ocho meses, sin otra opción, Artigas decidió cruzar el Paraná y refugiarse en Paraguay, donde moriría treinta años después.
200 años más tarde, una correlación política favorable en el continente comenzó a retomar los puentes que Artigas, Bolívar, San Martín, O’Higgins, buscaron construir entre sus distintas experiencias de emancipación, de lucha por sus respectivas soberanías. Los instrumentos creados por las mismas clases que nunca buscaron la alianza de los pueblos pero sí extender sus mercados para seguir enriqueciéndose, cambiaron su accionar dando lugar a iniciativas políticas, económicas y comerciales que permitían esperanzarnos en la materialización de un camino hacia la Patria Grande.
Desde el MERCOSUR y desde las relaciones entre países que habían cambiado su signo político se fue gestando la necesidad de retomar el pacto ofensivo-defensivo, de fortalecer la soberanía y la defensa de los procesos nacionales, dando lugar al nacimiento de la UNASUR.
La navegación de los ríos, con sus idas y vueltas, volvieron a discutirse, creando Comités, generando institucionalidades que dieran cuenta de las necesidades comunes en materia de salud, educación, trabajo, cultura, comercio. Las fronteras secas también se fueron sumando, a pesar que de a poco los procesos progresistas fueron siendo revertidos.
Los enemigos del Proyecto Artiguista fueron grandes antes y son grandes ahora, pero también sigue siendo grande la necesidad de sortear nuestras fronteras para encontrar en el continente la fuerza necesaria y así poder resolver nuestros principales problemas, sin perder nunca la capacidad de decidir por nosotros y resguardar nuestra soberanía cuando a cualquiera de nuestros vecinos se les ocurra arrastrarnos a sus intereses.
El proyecto que terminó prosperando en la Provincia Oriental poco tuvo que ver con el federalismo Artiguista. El proyecto que comenzó a dibujarse con el impeachment a Lugo, pero mucho más con el impeachment a Dilma; que siempre estuvo presente en la cada vez más estrecha relación político-militar entre el imperio estadounidense y los gobiernos colombianos; que hace lo posible por considerar como “dictadura” al gobierno democrático venezolano pero no se pronuncia ante el Golpe de Estado en Bolivia, lejos está de tener una voluntad soberanista e integradora.
La unión entre provincias que comparten un pasado en común, una cultura y un legado histórico, que pretendió el Artiguismo; esa patria grande y para todos, sigue siendo aún hoy una tarea más que pendiente.
Beraza, Agustín: “Los corsarios de Artigas”; Unidad Reprotécnica del Ministerio de Educación y Cultura; Montevideo; 1978.
Cigliuti, Carlos: “Estudios sobre Artigas”; Cámara de Representantes, República Oriental del Uruguay; Montevideo; 1995.
Machado, Carlos: “Historia de los Orientales”; Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1992.
Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Oscar H.; Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo II; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1968.
Coordinador Histórico, CADESYC: “Vigencia del Artiguismo”; Montevideo; 2007.
Reyes Ajbadie, Washington; Bruschera, Oscar H.; Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo III; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1969.
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