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El tiempo está hecho de segundos. Arrollados como caracoles, se pliegan y despliegan en los vaivenes de los días, ritman la intensidad de los años, arden en el fragor del acontecimiento.
La historia está hecha de mujeres y hombres, sangre y saliva, verbo y mirada. La historia no es más que el aliento de mujeres y hombres latiendo en cada segundo.
Podría decir que esta es la historia del segundo en que una maestra perdió un zapato, pero no es aconsejable comenzar a escribir de derecha a izquierda ni de arriba a abajo.
Déjenme decirles que esta historia es más bien un abrazo a la memoria de la maestra que en un segundo frío del invierno más triste perdió un zapato.
La maestra
El 9 de setiembre de 1945 en Montevideo nace Elena Quinteros. Hija de María del Carmen Lidia Almeida (la Tota Quinteros) y Roberto Luis Quinteros. Elena crece, sensible y despierta, conjugando religión y política. Años después, al igual que muchos jóvenes cristianos, Elena se va acercando cada vez más a la vida militante. La casa de Elena y la Tota se convirtió en un verdadero refugio que cobijaba reuniones gremiales e incesantes debates políticos. La Tota, maestra también, aguardaba el regreso de las pegatinas con guiso caliente para todo y escucha confidente.
A Elena se la recuerda por muchas cosas, entre ellas por su tesón y voluntad militante. Dicen que fumaba mucho y dormía poco, que era alegre, testaruda y que asumía la militancia como parte de su vida.
En el ‘61 comienza a estudiar Magisterio, milita en la agrupación 3 de la Asociación de Estudiantes Magisteriales de Montevideo (AEMM) y se suma a las Misiones Sociopedagógicas.
A los 21 años se recibe de maestra y comienza a trabajar en una escuela en Pando. Fiel a su vocación militante se integra a la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM).
A mediados del ‘66, se incorpora a la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y desde esa opción libertaria en la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE). Años más tarde, en 1975, será una de las fundadoras del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).
El 16 de noviembre de 1967 fue detenida por primera vez y es liberada a las pocas horas. El 22 de octubre de 1969 es nuevamente detenida, procesada y recluida en la cárcel de Cabildo. Luego de la fuga del 13 detenidas el 8 de marzo del ‘70, las presas de Cabildo son trasladadas a Cárcel Central. Elena, junto a otras compañeras presas inician una huelga de hambre y logran que se las traslade nuevamente a Cabildo. Su detención duró casi un año y las compañeras la recuerdan como una referente, especialmente para las militantes de otras organizaciones. Tras su liberación, el 16 de octubre de 1970 fue liberada y regresa a sus tareas en la escuela de Pando donde es recibida con alegría por los niños y vecinos de la zona. Vive con su madre hasta que en el ‘73 se casa y se muda a casa de sus suegros.
El zapato
Tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973, Elena se sumerge en la organización de la resistencia que se manifiesta en la huelga general y posteriormente en la reorganización clandestina de actividades militante. El largo proceso de conformación del PVP la obliga a desplazarse asiduamente entre Uruguay y Argentina.
El 5 de mayo de 1975, en el marco de un nuevo embate represivo contra su organización política, Elena es requerida por la dictadura y se traslada a Buenos Aires. Al mes siguiente es destituida de su cargo de maestra. En los primeros meses del 76 regresa en forma clandestina a Montevideo. Bajo otra identidad, vive en un apartamento en la calle Massini 3044, hasta su detención.
Un 26 de junio de 1976, cuando aún no había cumplido 31 años, Elena fue secuestrada. Dos días más tarde, con la excusa de entregar a un compañero, se hace llevar a las inmediaciones de la embajada de Venezuela. Allí logra escapar de sus captores, alcanzando el muro de la embajada, logra saltar el alto muro y cruzar; con una pierna quebrada grita a vos en cuello “Soy la maestra Elena Quinteros, asilo embajador, asilo”. Los militares irrumpen a la fuerza en la embajada tras los pasos de Elena. El embajador intenta inútilmente arrancar a la maestra de las fauces de sus captores. Un segundo y es brutalmente introducida en un auto militar. Queda un zapato, mudo testigo del segundo más cruel del 28 de junio del `76.
Elena fue conducida al Batallón de Infantería Nº 13, donde fue torturada y ejecutada. Hasta aún hoy continúa desaparecida y mientras el ejército calla el paradero de sus huesos, su memoria viva camina con nosotros en la marcha.
Tiza y bastón
Dicen las viejas brujas que una mujer nunca se libera sola; que cada mujer se rebela libera con ella sus abuelas, madres, hermanas, hijas y nietas.
La lucha de Elena alumbró otras luchas y entre ellas la de su madre. Tras la muerte de su hija, la Tota se exilia, primero en Argentina y luego Suecia, hasta que la democracia la trajo de nuevo a Uruguay en la incansable búsqueda de su hija.
Podría decir que esta es la historia de una madre buscando a su hija, pero una vez más déjenme comenzar abajo y por la izquierda.
Es esta la historia de una madre que buscó a su hija… y a las hijas e hijos de otras, y a los padres, madre, hermanos, tíos, compañeros y compañeras culpables de querer un mundo mejor.
En enero del 2001 murió la Tota. “Murió sin saber la verdad” gritaba un cartel el día de su velorio a la cara de los impunes. Tiza y bastón les canta Viglietti a esas mujeres nuestras que segundo a segundo dieron su aliento a la historia.
La Tota sonriendo, cuidando en carteles como canta Rúben Olivera, traicionando el olvido, cobijando la memoria. Elena mirando de frente, defendiendo la alegría, desterrando la muerte y recordando siempre porqué no olvidamos a la maestra que perdió un zapato.
Colectivo Minervas
Tomado de http://zur.org.uy/content/la-maestra-que-perdi%C3%B3-un-zapato
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El tiempo está hecho de segundos. Arrollados como caracoles, se pliegan y despliegan en los vaivenes de los días, ritman la intensidad de los años, arden en el fragor del acontecimiento.
La historia está hecha de mujeres y hombres, sangre y saliva, verbo y mirada. La historia no es más que el aliento de mujeres y hombres latiendo en cada segundo.
Podría decir que esta es la historia del segundo en que una maestra perdió un zapato, pero no es aconsejable comenzar a escribir de derecha a izquierda ni de arriba a abajo.
Déjenme decirles que esta historia es más bien un abrazo a la memoria de la maestra que en un segundo frío del invierno más triste perdió un zapato.
La maestra
El 9 de setiembre de 1945 en Montevideo nace Elena Quinteros. Hija de María del Carmen Lidia Almeida (la Tota Quinteros) y Roberto Luis Quinteros. Elena crece, sensible y despierta, conjugando religión y política. Años después, al igual que muchos jóvenes cristianos, Elena se va acercando cada vez más a la vida militante. La casa de Elena y la Tota se convirtió en un verdadero refugio que cobijaba reuniones gremiales e incesantes debates políticos. La Tota, maestra también, aguardaba el regreso de las pegatinas con guiso caliente para todo y escucha confidente.
A Elena se la recuerda por muchas cosas, entre ellas por su tesón y voluntad militante. Dicen que fumaba mucho y dormía poco, que era alegre, testaruda y que asumía la militancia como parte de su vida.
En el ‘61 comienza a estudiar Magisterio, milita en la agrupación 3 de la Asociación de Estudiantes Magisteriales de Montevideo (AEMM) y se suma a las Misiones Sociopedagógicas.
A los 21 años se recibe de maestra y comienza a trabajar en una escuela en Pando. Fiel a su vocación militante se integra a la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM).
A mediados del ‘66, se incorpora a la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y desde esa opción libertaria en la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE). Años más tarde, en 1975, será una de las fundadoras del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).
El 16 de noviembre de 1967 fue detenida por primera vez y es liberada a las pocas horas. El 22 de octubre de 1969 es nuevamente detenida, procesada y recluida en la cárcel de Cabildo. Luego de la fuga del 13 detenidas el 8 de marzo del ‘70, las presas de Cabildo son trasladadas a Cárcel Central. Elena, junto a otras compañeras presas inician una huelga de hambre y logran que se las traslade nuevamente a Cabildo. Su detención duró casi un año y las compañeras la recuerdan como una referente, especialmente para las militantes de otras organizaciones. Tras su liberación, el 16 de octubre de 1970 fue liberada y regresa a sus tareas en la escuela de Pando donde es recibida con alegría por los niños y vecinos de la zona. Vive con su madre hasta que en el ‘73 se casa y se muda a casa de sus suegros.
El zapato
Tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973, Elena se sumerge en la organización de la resistencia que se manifiesta en la huelga general y posteriormente en la reorganización clandestina de actividades militante. El largo proceso de conformación del PVP la obliga a desplazarse asiduamente entre Uruguay y Argentina.
El 5 de mayo de 1975, en el marco de un nuevo embate represivo contra su organización política, Elena es requerida por la dictadura y se traslada a Buenos Aires. Al mes siguiente es destituida de su cargo de maestra. En los primeros meses del 76 regresa en forma clandestina a Montevideo. Bajo otra identidad, vive en un apartamento en la calle Massini 3044, hasta su detención.
Un 26 de junio de 1976, cuando aún no había cumplido 31 años, Elena fue secuestrada. Dos días más tarde, con la excusa de entregar a un compañero, se hace llevar a las inmediaciones de la embajada de Venezuela. Allí logra escapar de sus captores, alcanzando el muro de la embajada, logra saltar el alto muro y cruzar; con una pierna quebrada grita a vos en cuello “Soy la maestra Elena Quinteros, asilo embajador, asilo”. Los militares irrumpen a la fuerza en la embajada tras los pasos de Elena. El embajador intenta inútilmente arrancar a la maestra de las fauces de sus captores. Un segundo y es brutalmente introducida en un auto militar. Queda un zapato, mudo testigo del segundo más cruel del 28 de junio del `76.
Elena fue conducida al Batallón de Infantería Nº 13, donde fue torturada y ejecutada. Hasta aún hoy continúa desaparecida y mientras el ejército calla el paradero de sus huesos, su memoria viva camina con nosotros en la marcha.
Tiza y bastón
Dicen las viejas brujas que una mujer nunca se libera sola; que cada mujer se rebela libera con ella sus abuelas, madres, hermanas, hijas y nietas.
La lucha de Elena alumbró otras luchas y entre ellas la de su madre. Tras la muerte de su hija, la Tota se exilia, primero en Argentina y luego Suecia, hasta que la democracia la trajo de nuevo a Uruguay en la incansable búsqueda de su hija.
Podría decir que esta es la historia de una madre buscando a su hija, pero una vez más déjenme comenzar abajo y por la izquierda.
Es esta la historia de una madre que buscó a su hija… y a las hijas e hijos de otras, y a los padres, madre, hermanos, tíos, compañeros y compañeras culpables de querer un mundo mejor.
En enero del 2001 murió la Tota. “Murió sin saber la verdad” gritaba un cartel el día de su velorio a la cara de los impunes. Tiza y bastón les canta Viglietti a esas mujeres nuestras que segundo a segundo dieron su aliento a la historia.
La Tota sonriendo, cuidando en carteles como canta Rúben Olivera, traicionando el olvido, cobijando la memoria. Elena mirando de frente, defendiendo la alegría, desterrando la muerte y recordando siempre porqué no olvidamos a la maestra que perdió un zapato.
Colectivo Minervas
Tomado de http://zur.org.uy/content/la-maestra-que-perdi%C3%B3-un-zapato
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